Palacios, hospitales, monasterios, facultades… Como estáis viendo mes a mes en este serial, nuestra ciudad es rica en inmuebles que gozan de muy buena salud arquitectónicamente hablando y que además en cada uno de ellos, alberga una historia digna de ser escrita, leída y recordada generación tras generación. Esta es la finalidad que nosotros buscamos, que a través de nuestro canal de comunicación, no se olvide nuestra historia, nuestro legado y nuestro futuro.
En esta ocasión nos vamos junto al monumento insigne de nuestra ciudad, junto a la Mezquita, a la Puerta del Puente y al Arcángel San Rafael, os enseñamos el Palacio Episcopal, sede del Obispado de Córdoba desde la conquista cristiana y que actualmente desde la década de los ochenta, además alberga, el Museo Diocesano de Bellas Artes.
El Palacio Episcopal de Córdoba es un edificio lleno de historia. El suelo donde hoy se levanta ha sido testigo del ir y venir de diferentes culturas. Desde colonia patricia, pasando por la etapa visigoda, la islámica, y desde la reconquista cristiana hasta nuestros días.
Lo situamos en el plano
Situado en la Calle Torrijos, el Palacio Episcopal de Córdoba se encuentra frente a la fachada occidental de la Mezquita Catedral. El palacio se construye sobre el Alcázar Califal, del que aún perviven los Baños Califales en el Campo Santo de los Mártires, además de la muralla que delimitaba el conjunto, se incorporan posteriormente los torreones a la actual fachada renacentista.
Un edificio que data del siglo XVI, con reformas un siglo después debido a un incendio en 1745. A partir de ahí se le añadirían dependencias como la fachada en la Plaza del Campo de los Santos Mártires del siglo XVII y el patio ya del XVIII. Aunque realmente el comienzo del palacio como tal comenzaría en el siglo XV, con una construcción de estilo gótico ojival, sobre los restos del Alcázar andalusí.
Lo que se llama el Palacio viejo, fue labrado como a la mitad del siglo XV por el obispo don Sancho de Rojas. De este edificio se conservan dos ventanas en el rincón del Campo Santo, contiguo a la calle de las Pavas. Justo donde hoy en día se encuentra el Restaurante La Almunia.
Una curiosidad que debéis saber. Aquí es donde parece ser que nació Luis de Góngora y Argote, en la Casa de las Pavas, una casa franqueada de dos escudos con dicho animal que debió de ser de algún familiar del obispo D. Leopoldo de Austria. Y os hago la mención por si entre vosotros hay algún seguidor de nuestro poeta, ya que en sus escritos podéis encontrar en varias ocasiones hablar de juegos de niños y los mezcla con estos animales, que seguramente se habrían producido en esta localización.
El interior del Palacio
Adentrándonos en el interior la planta inferior, hoy en día poco valor nos puede aportar ya que se ha convertido en dependencias de oficinas que han hecho que pierda interés. Pero si cabe destacar su gran patio porticado con columnas toscanas que soportan arcos de medio punto. El gran protagonista de este patio es el elefante, un aguamanil de la época musulmana y surtidor de agua de la Fuente del Elefante, en Santa María de Trassierra.
Sin embargo la primera planta es preciosa, con estancias hermosas, donde destacamos la Sala de los Retratos. Y en la Sala de los Apostolados incluso encontramos pinturas de Carlos III, Carlos IV y sus esposas, dignos de que sean conservados, como bien hace el Museo Diocesano.
Saliendo de estos salones nos encontramos con una escalera barroca de mármol negro de exquisito gusto, con cúpula de bóveda oval que nos baja al jardín, pasando por una amplia galería con balaustradas que llevan a un balcón. En la escalera podemos observar yesería policromada y tapices con temática musical y didáctica. El jardín es un pequeño vergel de fuentes, limones, naranjos y toronjas. Nos lleva a un primer patio, donde en un rincón encontramos la capilla, no muy grande, pero con tres altares.
De su fachada que ocupa parte de la calle Torrijos y toda la calle Amador de los Ríos, destacamos la simplicidad que impera siendo renacentista, simple y elegante, al igual que su interior. Dos torres en los ángulos, que dan carácter de fortaleza y las recuperadas sillerías árabes. Los escudos existentes que enmarcan la puerta principal, son del obispo José Pozuelo y Herrero.
Un palacio, un rincón de nuestra ciudad, que puede decir que ha sido asentamiento de todas y cada una de las culturas de nuestra ciudad, desde su primer asentamiento de origen visigodo, después como asiento del alcázar principal de los emires hasta la construcción de Medina Azahara y que volvería a tener esplendor para ya nuca dejarlo, como residencia de los últimos califas. Un lugar por donde accedieron cada uno de los conquistadores de Córdoba a través de nuestro maravilloso Guadalquivir.
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